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Entrevista a Carlos Marquerie, diseñador de iluminación escénica

  • estefaniavargasd
  • 18 may 2020
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 4 jun 2020


Autor, director de escena, pintor, escenógrafo e iluminador. La vida y la trayectoria profesional de Carlos Marqueria está íntimamente ligada al arte y, también, al teatro y a la iluminación. Para él, la base de su trabajo como iluminador escénico se nutre de la pintura y la escritura, pero también de la observación de la naturaleza.



Para empezar, háblenos de su trayectoria. ¿Cómo llegó al mundo de la iluminación escénica? ¿Cómo definiría su trabajo?

Mi relación con el teatro y, por tanto, con la iluminación es indirecta. En 1971, estudiando 6º curso de bachillerato, tuve como profesor de modelado y artes plásticas a Francisco Peralta. Desde el primer día de clase entendí que yo me quería dedicar a eso que él nos propuso. Y escribo esto con plena consciencia. Nos mostró imágenes que iban desde un rayo de luz que atravesaba un prisma de cristal, colgado en mitad de la clase, produciendo la división de los colores que se proyectaban sobre una pantalla, imágenes de pintura del informalismo español (Tapies, Saura, Millares etc.) y una colección de fotografías realizadas por él, que abstraían la naturaleza, música de Pink Floid y la reflexión final de que el arte era una postura ante la vida y una manera de mirar.

Al terminar el bachillerato me preparaba para el ingreso en la escuela de bellas artes y comencé a trabajar con Peralta en su compañía de marionetas. La verdad es que el teatro no me interesaba mucho, pero sí las maneras de trabajar de Peralta, de entender el arte, de relacionarse con la belleza y lo que creo sería su mayor aportación a mi formación, y que con los años he podido nombrar, su manera de entender el oficio del artista, en definitiva, una ética del artista. Así comencé, de manera paralela, trabajando en el teatro, delante del caballete de pintura y visitando el museo del Prado o el de Arte Abstracto de Cuenca.

Mi trabajo varía mucho. La iluminación sigue siendo una de las patas de mi trabajo, se relaciona y se nutre tanto de la pintura, como de la escritura y la dirección de escena y, sobre todo, de la observación de la naturaleza. Los paseos, andar y observar, creo que están en la base de mi hacer.

En el proceso creativo, ¿en qué momento es clave y entra en juega el trabajo de un iluminador?

A mí me gusta aparecer al final, cuando la obra ya está esbozada y se puede ver su recorrido. Me gusta la primera impresión, incluso sin haber leído el texto previamente o conocer los conceptos que mueve la creación; busco el contacto, las primeras ideas, algo físico. Después sí: lecturas, reflexión, estudio… Pero sin olvidar esa primera impresión que te sugiere un ángulo o un color.




El suyo es un trabajo todavía, a día de hoy, aparentemente poco reconocido e incluso desconocido… ¿Lo cree o lo vive así?

La verdad es que no pienso mucho en eso y tampoco le doy mucha importancia. Creo que el trabajo de la escena, ya sea teatro o danza, siempre es fruto de un trabajo en equipo. Yo no sé casi nada de informática, incluso ya la voy olvidando, no tengo ganas de actualizarme, prefiero releer los capítulos de la batalla de Guerra y Paz, en la que Tolstoi nos sitúa en esa naturaleza inmensa del campo de batalla, y puedes comprender la sensación de pérdida, lo que es no saber dónde estás y dónde están situados los frentes, la oscuridad de la batalla. Aunque no esté trabajando sobre esa obra en concreto, hay algo del trabajo, no solo del iluminador, sino que diría del artista en general, del que trabaja en y con el arte, que es constante y cotidiano, es un trabajo que tiene más que ver con el hecho de entrar en el estudio a diario. Es como si fuéramos guardianes de imágenes, archiveros de cosas que nos nutren para desarrollar luego las ideas. Desde ese punto de vista, podemos hablar de un trabajo relacionado con un bien social.

Los materiales de iluminación e informáticos se renuevan muchísimo y yo soy incapaz de conocerlos todos. Necesito de personas que los conozcan, sin su aportación yo nunca podría hacer las luces que pienso.

¿Qué es lo mejor de su trabajo? ¿Y lo peor?

Lo mejor es cuando se consigue que la obra se cuaje, es algo que depende de todo el equipo y en particular del director. Lo peor son las largas jornadas y las esperas. Como iluminador trabajas con el equipo técnico por las mañanas,  por las tardes sigues los ensayos, y luego necesitas tiempo para trabajar tu solo.

Con un foco de luz es capaz de explicar una historia o transmitir una emoción, ¿cómo se consigue?

No creo que se consiga ni contar historias ni trasmitir emociones con un foco, relamente son las obras las que lo hacen. Aunque un cambio de luz o la aparición de una luz produzca un placer particular, eso ocurre en determinado contexto. La luz la conocemos cuando es reflejada por algo físico: un cuerpo humano, un objeto, unas briznas de polvo, algo que se interponga en el haz de luz y nos la refleje. Además, para que se produzca estas emociones, hace falta la predisposición del que asiste. El teatro es un acto político en su esencia. Una comunidad se reúne en un espacio para contar y que le cuenten historias. Es algo que nos define como seres sociales, vivimos en sociedad. En estos días de confinamiento es bueno reflexionar sobre ese sentido esencial del contacto y el sentido que el teatro tiene como espacio de encuentro.



¿Algún aparato de iluminación escénica al que tenga especial cariño?

Guardo grato recuerdo de aparatos a los que le conseguimos dar rendimientos y usos para los que no estaban pensados, cundo se trabaja con pocos medios técnicos y consigues sacarle partido a las limitaciones. En los 90, en Teatro Pardillo, teníamos una pareja de focos para los que se había adaptado una lámpara alógena T11 de 1.000 W, con una parábola que funcionaba muy bien. Daban una luz hiriente y hermosa. A un metro hacían quemar un papel, no se podían filtrar. Iluminamos con ellos un dialogo en una mesa de madera, buscamos el ángulo de incidencia en la superficie, de modo que el reflejo cálido de la madera iluminara a los actores de abajo a arriba. También tengo que decir que en los últimos años me gusta mucho trabajar con los fresnel cerrados, me gusta ese centro tan luminoso y el halo que se desvanece poco a poco.

De todos los proyectos que ha llevado a cabo, ¿tiene algún favorito? ¿Y alguno que haya supuesto un gran reto o dificultad?

Es difícil decantarse, la memoria engaña. No me gustan nada los vídeos de teatro, son traidores. En el recuerdo se juntan muchas cosas, quizá lo que te guste de aquella luz está asociado a que te enamoraste en ese proceso. En cambio, con el dibujo es diferente. En 2002 hice una serie de dibujos para una exposición en la fundación Antonio Pérez en Cuenca. El primero que realicé me costó mucho, fue una pelea, realmente el papel se convirtió en un campo de batalla. Estuve en varias ocasiones a punto de romperlo, pero lo mantuve; era diferente, era un dibujo mucho más sucio, lleno de capas, siempre estuvo a punto de malograrse. Al final lo expuse, con serias dudas, quizá apoyado por la comisaria de la exposición, Iber de Vicente. Con los años es sin duda el dibujo de aquella serie que más me interesa. En él veo preguntas y dudas, aquello que desconocía y que buscaba. En él hay debate, el debate en el que estaba sumido en esa época, lo veo lleno de vida. Otros sin embargo están resueltos, bien resueltos e incluso al mismo tiempo carentes de vida. El teatro, y por tanto la luz, son efímeros. No podemos enfrentarnos al cabo de los años a lo que hicimos en el pasado. Podría hablar de muchas obras y sería demasiado largo, e injusto para los que se quedaran fuera.

¿Cómo ve la inclusión del LED en la iluminación escénica? ¿Cree que llegará al mismo nivel de sensibilidad al que llega la incandescencia?

Desde un planteamiento de sostenibilidad y ecología pienso que es irreversible el cambio. Tanto los aparatos como los software están mejorando mucho, regulan con más precisión y se puede programar más y mejor los cambios de color. Yo trabajo mucho y de manera bastante sutil con el color. Las gamas de color que proponen los catálogos de los filtros es muy amplia, y aunque en la teoría las posibilidades de color de los aparatos led es infinita, en la practica siempre falta tiempo y especialización técnica. Imagino que comenzará a haber expertos en programación de color. Los aparatos de gama alta dan muchas prestaciones, pero es difícil verlos en los teatros. No termino de entender por que son tan caros, es un problema.



Para terminar, ¿cómo ve el futuro del diseño de iluminación escénica?

Cada vez hay más medios técnicos, las máquinas nos dan la posibilidad de mover gran cantidad de vatios y lúmenes, digamos que hay mucho poder en el uso de la luz. Quizá estas ideas que voy a expresar sean controvertidas y haya muchas personas que no estén de acuerdo, pero se corre el riesgo de un exceso de 'espectacularización'. Soy más próximo a la sencillez, cuando consigues iluminar con un solo foco con el ángulo, apertura, intensidad y color acertado, y ves como esa luz se pega a la escena, reconoces que es el camino y lo que buscas. Vivimos en un mundo donde las apariencias están más valoradas que aquello que es sustancial y esencial. La publicidad, la política basura electoralista, los paradigmas estándar de la belleza son el día a día, apariencias y bastante falsedad. La luz es capaz de garantizar apariencias, de uniformar escenarios, de encubrir lo que es real, de asombrar, de imponer, de impactar; en definitiva, dar un baño de belleza a aquello que quizá debiera mostrarse tal y como es. Pero, ¿cual es nuestra postura ante este derroche de efectividad? ¿Acaso todo tiene que tener la apariencia de la belleza?

Carl Gustav Carus, pintor romántico alemán, coetáneo y amigo de Goethe, hablaba de la correspondencia entre estado de ánimo y estado de la naturaleza, como esencia de la idea de paisaje. Muchas veces pienso en la escena como si fuera un paisaje y considero que la escena debe dejar espacio al espectador; espacio y tiempo, para relacionarse, que se establezca esa correspondencia entre el estado anímico del espectador y la escena. Pier Paolo Pasolini en su Correspondencia (periodo de la Segunda Guerra Mundial) cuenta como un grupo de amigos vieron desde una colina los grandes focos antiaéreos y como esas grandes luminarias bélicas les produjeron miedo. Se refugiaron en el bosque y allí descubrieron una población de diminutas luciérnagas. Ese contraste de luces produjo un cambio de estado de ánimo y dio pie a una larga noche de vino y conversación.

No creo que haya verdades únicas, pero sí creo en su búsqueda. Con la luz me pasa algo parecido, me gusta pensar en ese camino para buscar la luz verdadera, claro para determinada situación o para tal escena.


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